¿Qué palabras le han sido especialmente difíciles o se le han adosado mientras usted estuvo exiliado/migrado?
Aquí nos puede dejar aquellas palabras que le hayan sido significativas.
Estas palabras pasarán a formar parte de la instalación.
agregar palabra
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
Alejandra Pizarnik
Exilio
(Del lat. exilĭum).
1. m. Separación de una persona de la tierra en que vive.
2. m. Expatriación, generalmente por motivos políticos.
3. m. Efecto de estar exiliada una persona.
4. m. Lugar en que vive el exiliado.
exsillium - "En latín viene de: Irse fuera de la silla, es decir irse fuera de la cuna, irse fuera del lecho. Entonces, cuando ocurre esta transformación se convierte en destierro."
El visitante, es decir, el exiliado, entra en un espacio en semioscuridad, en donde hay palabras proyectadas en el piso. Se acerca, camina entre ellas, las palabras tienden a huir, escaparse de sus pies. El exiliado intenta perseguir alguna, ésta se escapa, y luego la pisa. La palabra se rompe en dos palabras que se transforman. El exiliado intenta entonces agarrar otra palabra que se rompe dejando a las letras sueltas. De pronto, aparecen palabras que buscan, rastrean al exiliado, intentando tocarlo, pegársele. Algunas palabras son rápidas, otras son lentas y pesadas.
Las palabras (de ahora en más objetos-palabra) están escritas en idiomas que pueden parecer aproximados como el castellano, el catalán y el francés, el inglés y el alemán, o muy distantes como el euskera, el chino, el náhuatl; describen estados de ánimo, lugares y nombres de cosas que son comunes a quienes migran de un lugar a otro.
Las objetos-palabra tienen comportamientos. Por ejemplo, al encontrarse dos objetos-palabra que pueden aparearse, forman una palabra nueva. Los objetos-palabra son una representación de vida artificial.
Sin que el exiliado lo note, existe el Sistema, que va teniendo en cuenta lo que hace, que objetos-palabra pisa, saca estadísticas de cuales son los más pisados. El Sistema sabe en qué ciudad se pisan qué palabras y en cual se pisan qué otras. El Sistema vigila al exiliado con su cámara de seguridad instalada en el techo.
El Sistema, en plan seamos políticamente correctos, pone a disposición no ya del exiliado, si no del público en general, una web en donde se pueden visualizar los datos obtenidos en tiempo real. Se pueden mirar las estadísticas de los objetos-palabra y se permite al público-en-general incluir palabras nuevas que hacen referencia al sentimiento de exilio. De esta forma el Sistema intenta "salvarse" de su condición autoritaria.
La instalación en sí, consiste en una proyección cenital en donde los objeto-palabra recorren el espacio plano horizontal del piso. Hay una cámara colocada en el techo, que va obteniendo las imágenes de posición de los visitantes. El sistema hace un análisis de estas posiciones y determina si los objetos están cerca o lejos de los visitantes. Los objetos-palabra rehuyen o promueven el acercamiento de acuerdo a características preasignadas. Sin embargo, van variando su peso a medida que van siendo "pisados" por el visitante. Entre más son perseguidos, más se escapan. Y aquellos objetos-palabra que son evitados, tienden a pegarse al visitante.
Hay también una página web donde se ponen a disposición las estadísticas del Sistema. En esta página, además, se pueden agregar nuevas palabras y derivados de éstas para que aparezcan en la instalación física.
Cuando tenía un año y medio de edad, por los preludios a lo que después fue la dictadura más cruenta de la historia argentina, mi familia tuvo que exiliarse en México. Un viaje que, en principio, era de 29 días, se transformó en un exilio de 11 años. El retorno a Argentina me encontró preadolescente, más mexicano que argentino, con palabras, formas verbales, pensamientos y actitudes que pertenecían al lugar donde me había criado. Esos primeros años desde el retorno me resultaron hostiles, entre otras cosas, por no poder ser igual a mis compañeros (o al menos eso creía entonces), por no compartir giros lingüísticos, chistes y pequeñas anécdotas. En ese precepto de que "La identidad se construye en el diálogo con el otro" (Ivonne Bordelois, http://congresosdelalengua.es/rosario/ponencias/aspectos/bordelois_i.htm ) , el enfrentarme a un colectivo muy diferente al que conocía, me enraizó diferentes aspectos de la cultura mexicana en mis búsquedas cotidianas. Sentía que el exilio había empezado en ese momento y no antes.
Sin embargo, había un antes. El propio México me había puesto sus trabas. Seseos infantiles, alguna que otra palabra o rasgo no propio de la cultura mexicana, me ponía en una evidencia que yo quería entonces evitar: ser extranjero en esa que era la tierra en la que estaba aprendiendo a ser. Ser exiliado de un lugar que no conocía más que por relatos, algunos nostálgicos y otros no tanto.
Allá por marzo del 2001, la realidad económica de la Argentina promovió que en unas vacaciones en Barcelona me despidieran de mi trabajo en Buenos Aires. En ese momento acepté y promoví de buen grado el quedarme. El hecho de que aquello que fuera a forjar en ese destino lejano, desconocido, hostil, no iba a tener el signo del logro familiar sino el del triunfo personal. Quizás fuese, sencillamente, un intento tardío de resolución post-adolescente de mi identidad. Concebí la validez de que el estar en Barcelona me iba a terminar de constituir, así como lo hizo la vuelta del exilio mexicano.
Finalmente, volví a Buenos Aires en el año 2007. También aquí encontré una frontera a atravesar para el problema de la comunicación cotidiana. Si bien las cosas fueron más sencillas, quizás por un tema de origen, pero sobretodo por un tema de prácticas previas, aún noté la enorme distancia que hay entre decir y entender.
El aspecto más importante de esta transterritorialidad, fue siempre el del lenguaje, el de la comunicación. Intentar hablar en el mismo idioma pero con diferentes códigos fue una de las mayores frustraciones a las que me vi enfrentado. La sensación de no entender y de no lograrse hacer entender me llevaron a desarrollar lo que comprendía como diferentes tonos de conversación: un tono argentino, para mis conversaciones cotidianas con porteños y quizás para mis conversaciones del plano sentimental, un tono mexicano para los momentos jocosos, para las conversaciones con mi hermano mayor y mi hermana menor y, por supuesto, para con mis amigos y colegas mexicanos, un tono catalán para sobrevivir en la intemperie de esa Barcelona tan magnífica y tan árida al mismo tiempo, y -por sobre todo- un tono al que llamé "castellano standard", que fue lo que me atravesó desde entonces. Una especie de español neutro al que recurro cuando quiero hablar con alguien que ni es porteño, ni es mexicano, ni es español; al que recurro también cuando converso de trabajo, cuando doy clase, cuando resuelvo conflictos burocráticos, cuando conozco gente nueva. Es como una especie de amalgama en donde consigo resguardarme de cualquier problema lingüístico (obviamente, en castellano).
Esta instalación quiere contar esta experiencia en su plano lúdico. Pretende hablar del problema de la comprensión de la comunicación en quienes están en un lugar que no es el de su origen. El universo discursivo que trata es el del exilio político, el de la migración económica, profesional, ecológica, cultural, el de los individuos y el de las familias. El exilio entendido como una suplantación de lugares, de paises, de regiones. El exilio entendido también en el turismo de quienes se escapan de su día a día. Quienes arriban a lugares desconocidos, con idiomas comunes o no, con la inseguridad del cuerpo y, sobre todo, con la barrera de la palabra, viven una proceso difícil, duro, de ser segregados por no poder comunicarse bien. Llega un momento, incluso, en donde están a medio camino, no consiguen comunicarse bien con su lugar nuevo pero tampoco con su lugar de origen. Se mezclan las palabras, los conceptos, las ideas, las formas de concebir el mundo. Algunas palabras se escapan y otras se pegan.
Los exiliados son originarios de un país y muchas veces sus hijos lo son de otro, hablan más de dos lenguas, y se ven imposibilitados de comunicarse plenamente con gente que habla su mismo idioma pero usa diferentes palabras. Hay muchas preguntas que se desprenden de estos pensamientos: ¿Cual es el rol que jugamos todos para acobijar a quien tiene o quiere vivir en un lugar diferente? ¿Que palabras les permitimos? ¿Que libertades les otorgamos? ¿Que tan arbitrarios podemos ser con quienes intentan y no pueden comunicarse como nosotros hemos establecido que tienen que hacerlo? ¿Hasta dónde somos responsables? ¿Hasta donde dejamos de serlo?
Las palabras propuestas por los visitantes de Internet se agregan automáticamente a la base de datos y a la instalación.
Las palabras aparecen a veces con una tipografía y a veces con otra, intentando jugar con la idea de que ciertas relaciones que el migrante establece en la lengua, de pronto son completamente diferentes a lo que esperaba. Supuestos en los que se basa, de pronto empiezan a dejar de tener vigencia, palabras que parecen haberse comprendido y aprehendido, se volatilizan, se pierden.